Un abogado estresado y una escort de Barcelona

Lunes, 08 de Noviembre de 2021

Se dice que el estrés es una de las grandes pandemias de estos tiempos. Hay oficios que la llevan grapada a su día a día y sus profesionales deben buscar la manera de reducirlo si no quieren arriesgarse a que los deje fritos un infarto. Hay quien propone la práctica del yoga para liberarse del estrés, quien defiende las bondades del pilates y quien, simplemente, prefiere salir a pasear por el campo. También hay quien se atiborra a ansiolíticos y quien convierte en gym en el templo en el que liberarse de la ansiedad. En cada gota de sudor, dicen, se va un poquito de estrés. Yo, abogado de profesión y con un montón de temas siempre abiertos y de conflictos que resolver, defiendo un sistema para reducirlo que me parece mucho más natural y menos esforzado: follar. Y hacerlo, a ser posible, con una profesional del placer.

Creo que contratar de forma periódica los servicios de una escort es la mejor manera de aliviar las tensiones profesionales. Y no lo digo por decir. Lo digo por experiencia. Yo probé con el runing y también con horas y horas de hacer largos en la piscina y, ciertamente, no me sirvió de nada. El estrés laboral seguía ahí. Inclusó asistí a varias sesiones de yoga en un centro que me habían recomendado unos clientes. Nada de ello fue tan eficaz como meterme en la cama con Sara, escort de lujo de Barcelona que inició el ya respetable listado de putas de Barcelona que han contribuido, con su buen hacer profesional, su belleza y su carácter cachondo y entregado, a reducir el estrés que me genera día a día mi profesión.

De cómo descubrí los efectos beneficiosos del sexo de pago y de cómo llegué a él os voy a hablar a continuación.

El abogado estresado

El estrés del abogado exitoso

La Abogacía era mi destino. Mi abuelo y mi padre fueron abogados en Barcelona y yo no podía ser menos. Recuerdo sus largas conversaciones de sobremesa hablando de los casos que llevaban y me recuerdo sentado junto a ellos, con los ojos abiertos de par en par y las orejas convertidas en dos esponjas que absorbían todo lo que escuchaban. Eran mis ídolos y yo, no hace falta decirlo, quería ser como ellos.

Ahora, cuando mi abuelo hace ya años que falleció y mi padre rumia su desmemoria en una residencia de lujo en el Maresme, ya soy lo que mi abuelo y mi padre fueron en su tiempo: el director y cabeza visible del bufete familiar. De ellos heredé una buena cartera de clientes y, como ellos, me he especializado en Derecho Civil.

Al mismo tiempo (me reconozco ambicioso), he conseguido que el despacho se haga más grande. He contratado a varios colaboradores y, con su ayuda, el bufete representa hoy a clientes que necesitan asesoramiento, representación y defensa en temas fiscales, comerciales, contecioso administrativos, laborales e, incluso, penales.

Todo este movimiento, el llevar al mismo tiempo temas de herencias, reclamaciones de indemnizaciones, fusiones de empresas, defensa de acusados en procedimientos penales, denuncias por impago de alquileres, reclamaciones a la Administración y conflictos judiciales de la más variada índole, me proporciona, no voy a negarlo, un alto nivel de ingresos. Pero también genera estrés. Mucho estrés. Mucho más del que es recomendable para gozar de buena salud y alejar el riesgo de infarto.

Yo, que siempre fui de dormir bien, paso de un tiempo a esta parte la mitad de la noche en blanco. Me levanto al poco de acostarme y gasto las horas paseando por la planta baja del dúplex de Pedralbes en el que vivimos mi mujer, mis tres hijos y yo. Incluso he vuelto a fumar después de muchos años de haberlo dejado. Mi mujer me recomienda ir al médico, pero, como dice mi hijo, paso. Paso de que me empastillen. Me reconozco de naturaleza adicta y no quiero acabar como Marilyn Monroe o Elvis Presley.

Abogados en Barcelona

Evadirse de la Justicia con una chica

El caso es que en algunas de esas noches de insomnio, sentado en el despacho o asomado al balcón, pienso en cómo mi abuelo y mi padre debían superar esas situaciones de estrés que, de forma inevitable, genera nuestro oficio.

Pensando en todo eso acudió hace un tiempo a mí un recuerdo que, imagino, yo mismo había querido guardar bajo siete llaves. De una forma más o menos cíclica, mi padre llegaba tarde a casa. Y cuando digo tarde me refiero a que llegaba cuando mi hermano y yo ya estábamos durmiendo. "Tu padre, hoy, se queda a trabajar", decía mi madre con mal humor evidente tras colgar el teléfono.

Una noche desperté de madrugada, poco después de que mi padre llegara a casa. Mi madre le estaba abroncando. Me acerqué de puntillas a la habitación y les escuché. De todo lo que oí, solo una frase ha sobrevivido al olvido. La dijo mi madre y la frase es la siguiente: "vienes oliendo a puta".

El otro día, en medio del insomnio, ese recuerdo acudió a mí como una especie de salvavidas. "Claro", pensé, "así se desestresaba mi padre: yéndose de putas". Y decidir probar la misma medicina.

Evadirse de la justicia

El caso más complicado de mi carrera de abogacía

Mi experiencia con las profesionales del placer no era muy contrastada hasta ese momento, que digamos. Cuando estudiaba en la Facultad de Derecho, tenía compañeros que sí eran de andar de lumis. Se conocían los mejores puticlubs de Barcelona. En algunos de ellos, incluso, eran recibidos con todos los honores. Yo ya me había ennoviado con Puri y, sinceramente, en su boca y entre sus piernas encontraba todo lo que necesitaba para satisfacer mi sed sexual.

Ahora es distinto, claro. Veinte años de matrimonio no son el mejor estímulo para la libido. Follo poco y eso, sin duda, no ayuda a rebajar el nivel de estrés. Por eso decidí buscar remedio a mi sed sexual y a mi ansiedad laboral en el universo de las escorts Barcelona.

Desconocedor de dónde podía encontrarse el mejor burdel de la Ciudad Condal, tecleé en el buscador de mi ordenador putas Barcelona y Barcelona escorts revisé lo que aparecía a raíz de esa búsqueda.

En la pantalla de mi ordenador aparecieron agencias de escorts y páginas webs en las que se anunciaban prostitutas de Barcelona de todos los niveles.

Aparecían en esas páginas lumis de tarifas muy económicas junto a exclusivas escorts de lujo de tarifas más elevadas, como correspondía a su belleza y sensualidad, y que prestaban sus servicios de forma independiente en su apartamento o, en su caso, en hoteles, habitaciones por horas y domicilios.

De entre todas las chicas que llamaron mi atención, escogí a Sara, una jovencita escort catalana que apenas sobrepasa los veinte añitos y que se parece muy mucho a Natalia, la chica que hace apenas tres meses contraté como pasante en el bufet. Me gustó su currículum, pero me gustaron más su buen par de tetas.

El escote siempre prometedor de Natalia es uno de los motivos por el que me gusta cruzar cada mañana la puerta de mi despacho y follar con una profesional que se parecía muchísimo a ella me pareció una buena y excitante idea y una buena manera de liberarme del estrés.

¿Lo fue? Simple y llanamente: sí. Desde el minuto uno. Yo mismo había reservado la habitación por horas en un love hotel de Barcelona cercano a mi despacho. Pensé (y así fue) que el mediodía, recién acabado un juicio, era una buena hora para desestresarse echando un polvo con una prostituta de lujo que decía no tener tabúes y que se declaraba reina del sexo oral.

Y lo es. Vaya que si lo es. Una auténtica reina. Las mamadas de Sara son espectaculares. Ella sabe cómo hacer durar sus felaciones. Te lleva al borde del precipio con su lengua juguetona y, cuando estás a punto de despeñarte por el abismo del orgasmo, te retira de él. Tú entonces quedas allí, con las pelotas a punto de reventar y entregado absolutamente al arte mamador de Sara.

Abogacia

Chicas para aliviar la ansiedad del Juzgado

Pero Sara es mucho más que una de las mejores mamonas que uno puede echarse a la cara. Esta escort de Barcelona que se declara estudiante universitaria y que tiene unas tetas naturales absolutamente deliciosas no solo destaca por su forma de chuparla. También destaca por su desbordante simpatía y por su implicación.

Cumplidora, acudió puntual a la cita y vestida tal y como yo le había pedido por teléfono: como una secretaria que estuviera dispuesta a satisfacer los caprichos más lúbricos y ardientes de su jefe. Cuando la tuve encima de mí, cabalgándome como una potrilla enrabietada, soñé con el cuerpo y las tetas de Natalia. En cierto modo, era a Natalia a quien me estaba pinchando mientras Sara, ensartada en mi pene, movía sus caderas con la cadencia justa para hacerme enloquecer.

Cuando me corrí sentí cómo con mi lefa abundante e hirviente marchaba de mí todo el estrés que se me había ido acumulando durante los últimos meses de juicios, recursos, autos y comparecencias. Comprendí perfectamente a mi padre, su necesidad de ir de putas, y supe que, desde entonces, citarme con una escort de Barcelona para disfrutar de sus servicios iba a ser el mejor remedio de que podía disponer para aliviar mis tensiones profesionales.

Repetí en varias ocasiones con Sara y después comprendí que una de las mejores ventajas que tiene el contratar los servicios de una profesional de la prestación de servicios sexuales es que puedes cambiar de pareja cuando lo deseas. Para atarte única y exclusivamente a una mujer ya está el matrimonio.

Tras Sara son muchas las escorts que han cumplido conmigo su labor medicinal. A algunas, incluso, les he pedido en alguna ocasión que se vistieran de enfermera. Me pone muy cachondo verlas vestidas de ese modo. De hecho, me estoy descubriendo como un fetichista de primera y, gracias a la colaboración y el buen hacer que estas chicas, estoy convirtiendo en realidad muchos de mis fantasías. Con mi mujer era imposible hacerlo. De la pasión de los años en que nos conocimos ya no queda nada. Ella, ahora, se limita a hacer buen uso de todo el dinero que mi bufete genera y a decirme de tanto en tanto que llego a casa oliendo a puta. Pero lo dice sin enfadarse demasiado. Quizás es que ella también hace sus pinitos por ahí. En cualquier caso, no merece la pena pensar demasiado en ello.

Estrés en los juzgados